Era un jardín sonriente; era una tranquila fuente de cristal; era a su borde asomada, una rosa inmaculada de un rosal. Era un viejo jardinero que cuidaba con esmero del vergel, y era la rosa un tesoro de más quilates que el oro para él. A la orilla de la fuente un caballero pasó, y la rosa dulcemente de su tallo separó. Y al notar el jardinero que faltaba en el rosal, cantaba así, plañidero, receloso de su mal: —Rosa la más delicada que por mi amor cultivada nunca fue; rosa, la más encendida, la más fragante y pulida que cuidé; blanca estrella que del cielo curiosa del ver el suelo resbaló; a la que una mariposa de mancharla temerosa no llegó. ¿Quién te quiere? ¿Quién te llama por tu bien o por tu mal? ¿Quién te llevó de la rama que no estás en tu rosal? ¿Tú no sabes que es grosero el mundo? ¿Que es traicionero el amor? ¿Que no se aprecia en la vida la pura miel escondida en la flor? ¿Bajo qué cielo caíste? ¿A quién tu tesoro diste virginal? ¿En qué manos te deshojas? ¿Qué aliento que...